domingo, 25 de marzo de 2012

Quebrantando mis principios.

Bogotá, Colombia 12:25 A.M. -Un día de depresión pura.

Al recordar esos momentos de ira silenciosa por la intolerancia de mis seres queridos hacia algunas personas diferentes, quise hacer un recuento de los valores que aún me quedan.

Recuerdo muchas veces defender a capa y espada a las personas que tenían un pensamiento diferente, una religión contraria a la de la mayoría, a las personas de color y a las diferentes minorías existentes. Aún recuerdo ese día que golpeé a mi padre con palabras al reclamar que no se metiera con la persona con la que salía, sólo por tener un defecto físico.

Él me decía: "Usted es el ángel de la contradicción", y no de Tú, de Usted, porque en mi familia no se tutea, no se realiza preferencia de lenguaje por el vínculo, es el mismo trato. El mismo trato con las demás personas, que son iguales, que no hay que discriminar. Recuerdo que no quería ser ese ángel, ni ese, ni ningún otro ángel, sólo quería dar algún argumento para cuestionar si la intolerancia era correcta, o aún si era necesaria.

"Yo no veré a mis hijos casados con alguien negro, y ni me imagino a mis nietos así", "Gay es el papa, usted es un simple maricón", "Mire esa ESTÚPIDA enamorándose de ese hombre comprometido", "Que venga a hablarme de su religión, que yo estoy en disposición de carcajearme". Yo sólo pensaba: "¿Y si...? ¿Qué tal que...?";

¿Se habrá dado cuenta que desde los ocho años escondo mi brazo deformado y que esconderlo es parte ya de mi cotidianidad y no de mi conciencia? ¿Sabrá que alguna persona me ha rechazado por lo blanco que soy? O incluso, ¿Se habrá dado cuenta que siempre he tenido la condición que más tanto odia?

El punto importante de esta explicación, que carece de cualquier tipo de rencor, es que cada día estoy más y más expuesto al tipo de intolerancia que tanto odiaba, a los mensajes, ideas y comentarios de los temas que tanto defendía, todo cobijado por una aceptación global de intolerancia y por la frialdad, una aceptación a la que uno se acostumbra y que al final, se termina participando activamente de ella.

Hoy, en este momento, ya no siento necesidad de defender nada; veo a los católicos escribir sobre el odio a su propio dios, a los negros burlándose de ellos mismos y a los homosexuales diciéndose maricas y burlándose de su condición. Y es que tal vez esa sea la única forma de lograr la aceptación del mundo, participar de la misma burla para que el mismo mundo los tome como algo normal.

Termino esta porquería de lluvia de ideas diciendo: ¿Cuántos principios más debo quebrantar para poder encajar? ¿Me quedará algún principio al final de mi vida?

2 comentarios:

  1. Defiéndete a ti mismo como el único principio que vale la pena.

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  2. Los principios son como la materia no se destruyen, solo se modifican. Me siento identificado con este relato, y solo te digo que la fé en ti mismo lo puede todo. Muy grata la lectura.

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